lunes, 1 de septiembre de 2014

Disgustos...





Cuando los otros nos obligan a disgustarnos con ellos –por su insolencia, su injusticia o su falta de consideración–, ejercen un poder sobre nosotros, proliferan y nos devoran el alma, porque el disgusto es como un veneno ardiente que socava todos los sentimientos moderados, nobles y armoniosos y nos roba el sueño (..…) porque mientras estamos sentados al borde de la cama con las sienes doloridas, el remoto causante permanece ileso de la fuerza destructora del disgusto de la que somos víctimas.




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